¿Por qué me convertí en un hermano?

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Imagen: el hermano Jesús Alonso comparte risas con las estudiantes Nayelli Molina (centro) y Eligia Rivera (derecha).

NO HAY NINGUNA RAZÓN LÓGICA por la que debería ser un hermano religioso. Habiendo crecido como trabajador de campo migrante, no tenía ni idea de la vida religiosa y ni de lo que las hermanas, hermanos y sacerdotes hacían durante todo el día.

Crecí católico y mis padres asistían regularmente a la iglesia los domingos, pero la religión nunca me atrajo. Incluso como adulto joven, la iglesia me aburría y no podía entender por qué nuestros padres requerían nuestra asistencia semanal. Cuando ir a la iglesia se convirtió en una opción, yo no asistía. Incluso como estudiante universitario evité la iglesia, por lo que, por supuesto, la idea de convertirme en un hermano nunca había sido ni siquiera una posibilidad remota.

Sin embargo, tres años en la universidad y una ex novia más tarde, me encontré viviendo en una casa de formación como candidato de los Hermanos de la Santa Cruz. Desde entonces, mi vida ha cambiado mucho. Ahora, que a los 24 años de edad he hecho votos temporales, oro y reflexiono sobre mi decisión y me doy cuenta de que fue la correcta. No ha pasado un día en el que la haya puesto en duda. Esto no quiere decir que no haya enfrentado retos, porque ha habido muchos. A pesar de eso estoy emocionado de ser un Hermano de la Santa Cruz.

El inicio de mi viaje en esta vida fue difícil, siendo mis propios antecedentes el mayor obstáculo. Como trabajadores agrícolas de temporada, mi familia era pobre. La inestabilidad de la pobreza me ayudó a comprender que la educación, incluyendo la universidad, era clave para cambiar mi vida. A través de trabajo duro, perseverancia y el apoyo de mis padres, tuve éxito en la escuela preparatoria y la universidad. Mis padres estaban encantados ante la perspectiva de que uno de sus siete hijos lograra el sueño americano. Tenía mi propio sueño de ser capaz de ganar lo suficiente para sacar a mis padres de los campos demoledores. No había mayor regalo que pudiera devolverles por mi éxito que liberarlos de la vida migrante. Este deseo y la dura realidad de la vida de los trabajadores agrícolas dificultaban la elección de una vocación religiosa. Como un hermano yo no sería capaz de ayudar a mis padres económicamente.

Cuando les dije acerca de mi decisión de unirme a los hermanos, estaban confundidos y molestos. Fue una completa sorpresa para ellos, como lo fue para mí. Esa primera conversación fue dolorosa. Explicar mi decisión a mis amigos fue también un desafío. Nunca había hablado con ellos acerca de convertirme en un hermano o incluso actuado de una manera que pudiera llevarles a creer que tenía una vocación para la iglesia. Por encima de todo lo demás estaba el hecho de que yo estaba saliendo con una chica. Me encontré tratando de explicar mi decisión a mis padres, ayudando a mis amigos a entender y dando la noticia a mi novia.

Compartiendo en comunidad

Dadas estas circunstancias, ¿por qué elegí unirme a los hermanos? La respuesta es sencilla pero profunda: la comunidad. Los hermanos fueron mi primera experiencia de comunidad cristiana, una experiencia que desencadenó mi búsqueda de vida religiosa. Los hermanos gentilmente me alojaron durante seis semanas al comienzo de mi tercer año en la Universidad de St. Edward mientras mi complejo de apartamentos todavía estaba en construcción. En ese entonces yo estaba saliendo con mi exnovia, así que pasé poco tiempo socializando con ellos. Pero una vez que salí de su casa, quería estar en contacto con los hermanos. En su vida comunitaria me sentí cómodo y disfruté compartir mis experiencias de vida con ellos. Fue esta experiencia inicial de la comunidad lo que me hizo pensar acerca de convertirme en un hermano yo mismo.

Mi propia relación con Dios estaba creciendo al mismo tiempo. El trabajo migrante me había dado una gran oportunidad para desarrollar un lado contemplativo. Trabajar muchas horas en una labor tediosa y sin sentido creó un espacio en el que podía evaluar la situación actual. Empecé haciendo la pregunta: "¿Qué llevó a estos hombres a la comunidad?". Reflexionar sobre esta cuestión me dispuso más a compartir mi propia historia y descubrir la vida religiosa con los hombres de la Santa Cruz.

Compartir en comunidad con un pequeño grupo de hermanos es lo que comenzó mi viaje con la Santa Cruz, y la comunidad es lo que lo sigue alimentando. La vida en comunidad me permite aprender y crecer como persona. Es un riesgo porque los hermanos no eligen a los que viven con ellos, ni pueden dictar a otros miembros lo que debería significar la vida comunitaria.

Nuestras diferencias de opinión pueden causar tensiones, pero con buena comunicación por lo general llegamos a un término medio. En el proceso, he aprendido un montón, no sólo acerca de mis hermanos, sino también acerca de mí mismo. El conocimiento propio es esencial para cualquier vocación, ya sea de soltería, matrimonial o religiosa. Según me voy conociendo a mí mismo, descubro al que Dios creó para que yo fuera. El autoconocimiento, junto con una buena dosis de oración, nos permite experimentar una libertad en la que las opciones no son riesgos sino la oportunidad de aprender más acerca de lo que Dios tiene reservado para nosotros.

Negocio riesgoso

Para ser honesto, unirse a una comunidad religiosa en los tiempos que corren es un riesgo. Muchas hermanas, hermanos y sacerdotes están preocupados por la disminución de las vocaciones. Nuestra comunidad, como muchas otras, está discutiendo siempre lo que significa pertenecer. Como hermanos religiosos, no tenemos ningún papel claramente definido o ministerio que debamos cumplir. Nuestra misión es una pregunta que debemos revisar. Además, debido a que pocas personas están entrando, muchos de nosotros estaremos viviendo en hogares pequeños, un cambio respecto al pasado..

Así que de nuevo, ¿por qué ser un hermano en lo que parecen ser tiempos difíciles? Debido a que estos también son tiempos muy emocionantes. Los jóvenes que ingresan a las comunidades religiosas ahora tendrán una fuerte influencia en las decisiones concernientes al futuro de la vida comunitaria y del ministerio.

Puede ser que las vocaciones religiosas sean escasas en los Estados Unidos, pero no en todo el mundo. Conocer a jóvenes religiosos de todo el mundo me da un verdadero sentido de esperanza. Al principio pensé que las barreras culturales nos impedirían el desarrollo de un vínculo fraternal estrecho. Pero una vez que empezamos a hablar de nuestras esperanzas y miedos en nuestras situaciones individuales, vemos que tenemos mucho en común. Todos nos preguntamos cuáles serán nuestros ministerios, qué tipo de servicio se nos pedirá hacer, si alguna vez nos veremos de nuevo. Compartimos luchas y bendiciones similares al ser adultos jóvenes que han tomado los votos. Todavía me sorprende la forma en que he llegado a conocer a gente de Ghana, Bangladesh, India y Haití y hemos sido capaces de desarrollar amistades.

Una base sólida

A medida que estas experiencias con amigos internacionales se multiplicaron, empecé a darme cuenta de que el factor común más importante de todos era nuestra relación con Jesucristo. Cuanto más vivo la vida religiosa, más mi amor por el Señor se intensifica y mis temores disminuyen. Jesús se convierte en el fundamento de toda la experiencia, ya que fue la decisión de seguir al Señor lo que me ha traído tantas bendiciones. Dios nos pone muchas oportunidades o "riesgos" en nuestras vidas, y con su ayuda se pueden convertir en experiencias enriquecedoras.

Es por eso que animo a cualquier persona interesada en la vida religiosa a que visite una comunidad y simplemente hable con los miembros. No existe una vocación libre de riesgo. Cada estilo de vida tiene sus propios desafíos. A pesar de que se me presentaron obstáculos desde el principio, decidí seguir el llamado de Dios a la hermandad. No me arrepiento porque mis experiencias me han ayudado a crecer en la fe y la autocomprensión. Ahora tengo una imagen más clara del hombre que Dios quiere que sea.

Ya he recorrido un largo camino desde los campos donde pasé mi niñez cosechando cultivos. Estoy muy entusiasmado con las posibilidades al mirar hacia un futuro compartido con mis hermanos. Es completamente ilógico que yo sea un hermano, y sin embargo, es completamente correcto.

Brother Jesús Alonso, C.S.C.El hermano Jesús Alonso, C.S.C. pertenece a la Congregación de la Santa Cruz. Actualmente es profesor en  la San Juan Diego Catholic High School y estudia en la Universidad de St. Edward en Austin, Texas.

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