¿Vocación religiosa o familia?

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Friar Vito Martinez, O.F.M.Cap. shares a smile with his mother, Guadalupe Martinez, at his final vows ceremony

La familia a menudo apoya la elección de la vida religiosa después de conocer la comunidad y apreciar la felicidad de su ser querido. Fray Vito Martínez, O.F.M.Cap. comparte una sonrisa con su madre, Guadalupe Martínez, en su ceremonia de votos perpetuos. A la izquierda, su primo Bobby Hernández. (Cortesía de Fray Vito Martínez, O.F.M.Cap.)


MILES DE HOMBRES y mujeres a lo largo de la historia de la cristiandad han ofrecido a Dios sus posesiones, sus amores más entrañables y legítimos, su vida misma, por el reino de los cielos, porque encontraron en Jesús la Perla Preciosa por cuya posesión todo se vende.

Ellos son, sin duda, un hermoso testimonio para ti, que sientes el llamado de Dios a la vida consagrada o sacerdotal y te preguntas, ¿Tengo que elegir entre mi familia y el llamado de Dios?

En la cultura latina la familia juega un papel muy importante en nuestra vida y en las decisiones que tomamos. El vínculo con nuestros padres y hermanos es tan fuerte que cuando estamos siguiendo nuestra vocación, dejar a la familia se convierte en uno de los temas más importantes a discernir.

Desapego y bendición

Recuerdo cuando ingresé a la vida consagrada. Era la madrugada de un 25 de agosto cuando salimos de mi ciudad natal hacia el convento que quedaba a unas ocho horas de distancia. Acompañada de mis abuelos, mis padres y mis tres hermanos, iniciaba una nueva aventura siguiendo a Jesús en la Congregación de las Hijas del Espíritu Santo. En mi corazón había sentimientos encontrados; por una parte, la alegría de iniciar mi primera etapa de formación en la vida consagrada y por otra, el dolor de la separación de mi familia. En ese momento me preguntaba: ¿Cuándo los volveré a ver? ¿Quién los seguirá apoyando?

Al llegar al convento las hermanas nos acogieron cálidamente y explicaron a mi familia la etapa de formación que iba a iniciar. Después, llegó el momento de la despedida. Recibí la bendición de mis abuelos y de mis padres, y con un nudo en la garganta y el corazón dolorido, los despedí con la certeza de que Dios me pedía dar ese paso. Puedo decir, sin dudarlo, que ese desprendimiento ha sido uno de los más grandes que he sentido en mi vida consagrada.

Algunas presiones familiares

Al acompañar a los jóvenes en su discernimiento vocacional, descubro tres elementos relacionados con la familia que deben ser discernidos e iluminados desde la experiencia de Dios providente y fiel a sus promesas.

1. RESPONSABILIDAD PARA PROVEER APOYO MATERIAL

La responsabilidad que siente un joven cuyos padres invirtieron tiempo, dinero y esfuerzo en su educación para que su hijo o hija “sea alguien” en la sociedad, es muy fuerte. Devolver a los padres lo invertido y darles la satisfacción de verlo graduado y con un trabajo, mueve al joven a seguir luchando y superándose.

José, que está en su último año de universidad, siente que Jesús lo llama a seguirlo en la vida consagrada y tiene gran atracción por el sacerdocio, al que desde niño le inculcaron gran respeto y admiración. Sus padres, que emigraron a Estados Unidos hace 25 años, se han sacrificado mucho para darle estudios. José sabe que al terminar su carrera tiene la tarea de buscar un buen trabajo y devolver algo de lo invertido en él.

2. VIVIR CERCA DE LA FAMILIA 

Los hispanos tenemos varias tradiciones familiares que compartimos. Cumpleaños, aniversarios, celebraciones religiosas, la muerte de un familiar, el logro académico o laboral de algún miembro, nos unen y son motivo de fiesta o de consolarnos unos a otros.

Laura está discerniendo su llamado a la vida consagrada en una comunidad internacional; sabe bien que si Dios la llama puede pasar algunos años lejos de su ambiente familiar, en otro país y cultura. Desprenderse de su familia es su mayor miedo, pues sabe que posiblemente no estará en la boda de su hermano, ni tampoco en el próximo cumpleaños de la abuelita que cumplirá 80 años.

3. LA DESCENDENCIA

El significado cultural de la maternidad y la paternidad es muy valorado entre los hispanos, por lo tanto, en general los padres esperan que sus hijos se casen y les den nietos para tener descendencia que continúe el apellido y las tradiciones familiares.

Elizabeth tiene 27 años y “aún no se ha casado” (dice su familia con cierta frustración). Ella tuvo un novio durante dos años a quien la familia conoció, lo trataban como uno de ellos y esperaban que se casaran. Elizabeth terminó esa relación dado que siente gran atracción por la vida consagrada y quiso darse tiempo para discernir. La familia no entiende “cómo es que Elizabeth se va a hacer monja y nunca va a tener hijos.”

Estas tres situaciones y otras que tienen que ver con aspectos culturales y presiones familiares, son complejas, y son un componente normal en el proceso de discernimiento de algunos jóvenes que sienten el llamado de Dios. El acompañamiento personal, el encuentro con Jesús en la oración y en la realidad y escuchar testimonios de otros consagrados, pueden animar e iluminar tu decisión.

Young woman cooking with older woman
La familia a veces teme que un ser querido que se une a una comunidad religiosa viva demasiado lejos para pasar tiempo con ellos de la forma habitual. La autora llegó a aceptar que su tiempo con la familia cambiaría, pero “Jesús me invitaba a aprender a amarlos desde mi vocación.” (FG Trade, istock)

Fijos los ojos en Jesús, la Perla Preciosa

Jesús, hijo único de José y María, vivió con ellos creciendo en sabiduría, estatura y gracia para con Dios y con los hombres (Lc. 2:52). Cuando descubre que es tiempo de dar el paso a la misión a que Dios lo llamaba, movido por el Espíritu, deja su casa para vivir un proyecto de familia más abierta, levantada sobre la gratuidad y la universalidad. Jesús valora ahora a su familia desde la perspectiva del reino por el que quiere entregar la vida.

Contemplar a Jesús en su relación con María y José, con su gente, con Dios Padre y con la realidad de su tiempo, te puede ayudar a dar los pasos para responder a su llamado. El mismo Papa Francisco te lo dice en Christus Vivit (Cristo Vive): “Ten la certeza de que, si reconoces un llamado de Dios y lo sigues, eso será lo que te hará pleno” (276).

VENDERLO TODO
POR LA PERLA PRECIOSA


Sucede con el reino de los cielos lo mismo que con un comerciante que busca perlas finas, y que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. (Mt.1:45-46)

Con la osadía del Espíritu

Venderlo todo por la Perla Preciosa no se da de un día para otro. El Espíritu Santo nos va concediendo la osadía para dar el paso, sin ahorrarnos el dolor. El papa nos recuerda que el don de la vocación es un regalo y que para gozarlo hay que arriesgar. Nos dice también que nuestra vocación “no será una exigencia de un deber impuesto por otros desde afuera sino algo que estimulará a crecer y a optar para que madure y se convierta en don para los demás” (Christus Vivit 289).

Con todo lo mencionado no quiero restarle valor al dolor y preocupación que implica dejar a tu familia, por ello menciono algunos puntos que espero te ayuden a ti y a tu familia a recibir con paz y alegría el llamado de Dios.

1. PREGUNTA A TU DIRECTOR VOCACIONAL O ACOMPAÑANTE sobre instituciones eclesiásticas y civiles que ayudan con deudas estudiantiles y con procesos migratorios (en caso de que tus padres lo necesiten). La iglesia sabe que el tema económico y migratorio es siempre complejo, por ello existen fundaciones que apoyan a las familias en estos dos aspectos. Te comparto algunos sitios web que te pueden ayudar a buscar información:

vocationfund.org

rescuevocations.org

fundforvocations.org

serraus.org

2. PIDE A TU PÁRROCO que hable con tu familia sobre su testimonio vocacional y cómo fue la reacción de sus padres cuando les dijo que quería ser sacerdote. Les ayudará mucho escuchar lo importante que ha sido para su vocación sentir el apoyo moral y espiritual de su familia.

3. INVOLUCRA A TU FAMILIA en el proceso de interacción con la congregación con la que estás discerniendo. “Nadie ama lo que no conoce.” Llévalos a conocer a hermanas, hermanos o sacerdotes concretos, háblales de la misión que realizan, pide a algunos de ellos que compartan su testimonio vocacional. Verás que irán sintiendo que no perderán a una hija o hijo, sino que la familia se ensanchará.

4. CONFÍA EN LA FIDELIDAD Y PROVIDENCIA DE DIOS. Ora con estas palabras del Apóstol San Pablo:

Todas las promesas que ha hecho Dios son “sí” en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos “amén” para la gloria de Dios. Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas.­
—II Cor. 1:20-22

Que el Espíritu Santo, el Dulce Huésped del Alma, te guíe hacia el encuentro de la Perla Preciosa y que al encontrarla te conceda la osadía de venderlo todo para poseerla, pues en esa Perla que es Jesús se encuentra tu felicidad. 

Los nombres y los casos en este artículo son una representación general, sin referirse a una persona específica.

Hermana Ana Cecilia Montalvo, F.Sp.S.
La Hermana Ana Cecilia Montalvo, F.Sp.S. pertenece a la Congregación de las Hijas del Espíritu Santo y realiza su apostolado como asistente del director vocacional de la Arquidiócesis de San Antonio. 

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