Combatir a las pandillas un joven por vez

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Zúñiga prays with youth who are about to paint a mural

Image: Zúñiga reza con jóvenes que están por pintar un mural con un mensaje positivo para su vecindario, La Nueva Capital. Los jóvenes pertenecen a Juventud Contra la Violencia.


“No quiero parecer un héroe.” Es difícil para el padre Alexis Zúñiga, S.T. hablar de su vocación—primero para ser sacerdote misionero y más tarde para intentar detener la violencia de pandillas en Honduras—porque, dice, “No quiero usar las historias de otras personas para parecer yo un gran héroe misionero.”

Él sabe que a las personas como él algunas veces se las glorifica en los titulares: “Sacerdote sacrifica vida cómoda para vivir en barrio,” o “Sacerdote arriesga vida para trabajar en región más peligrosa del mundo.”

Esas cosas son verdad acerca de Zúñiga, pero hay mucho más que eso en su vida y su trabajo. En el medio de la pobreza y el delito, él parece haber florecido. “Me siento más cerca del cielo de lo que he estado jamás,” dice. Ama su trabajo diario con adolescentes pobres, a quienes les regala tanto el evangelio como opciones concretas de vida. Desde 2012 ha ayudado a fundar dos organizaciones de asistencia social dedicadas a la prevención de pandillas, y ha sido nombrado pastor de una nueva parroquia en el vecindario marginal La Nueva Capital, de Tegucigalpa, Honduras. 

Como la gente de la iglesia de todo el mundo que trabaja en áreas urbanas difíciles, Zúñiga enfrenta grandes desafíos. Desde que comenzó su ministerio en Honduras, seis personas involucradas en los programas de prevención de la violencia han muerto de manera violenta ellos mismos. Asesinatos, robos, secuestros, drogas, asaltos, violaciones—éstos son parte de la realidad de las áreas pobres de Tegucigalpa, la ciudad capital de Honduras. 

El delito es predominante y está bien organizado en esta gran ciudad. Las pandillas actúan con impunidad, porque el sistema de justicia penal casi no funciona. Noventa por ciento de los asesinatos en Honduras nunca son juzgados, según un informe de las Naciones Unidas de 2015. 

“Tengo miedo a veces cuando estoy solo en mi casita o cuando estoy caminando de noche solo por la calle,” dice Zúñiga. Aún así, se sintió profundamente atraído a esta misión que ya tiene tres años previniendo la violencia de pandillas en su ciudad natal.

El padre Alexis Zúñiga, S.T. juega al fútbol con niños del Centro de Alcance por Mi Barrio. Las actividades sociales y un sentido de pertenencia dan a los jóvenes una alternativa a las pandillas callejeras.
El padre Alexis Zúñiga, S.T. juega al fútbol con niños del Centro de Alcance por Mi Barrio. Las actividades sociales y un sentido de pertenencia dan a los jóvenes una alternativa a las pandillas callejeras.

Llamado a una comunidad

Zúñiga dejó Tegucigalpa a los 26 años después de ingresar a los Missionary Servants of the Most Holy Trinity. A principios de los años 90, como estudiante de trabajo social en la Universidad Nacional de Honduras, Zúñiga se había apartado de la iglesia. Pero experimentó una conversión, empezó a practicar nuevamente su fe, y comenzó a ir a Misa todos los días. “Yo sabía el horario de Misas de toda la ciudad,” dice. 

La idea de la vida religiosa se le había ocurrido, pero no se sentía fuertemente inclinado a seguirla. Un día, después de encontrarse con un anuncio de los Misioneros Siervos de la Santísima Trinidad por enésima vez, se subió a un autobús. En el fondo de su mente estaba el anuncio que había visto, y su oración fue que Dios le concediese claridad sobre su misión de vida. En ese momento, andando en el autobús, tuvo una fuerte experiencia que más tarde su director espiritual confirmaría como una experiencia de Dios. 

“Fue un impacto como una explosión dentro de mí, algo místico, una experiencia de Dios diciendo, ‘Soy Yo,’ yo estaba aterrorizado,” dice.

Zúñiga con visitantes del vecindario en una reunión abierta para institutos religiosos que colaboran en el trabajo contra las pandillas callejeras en el barrio de la Parroquia de la Santísima Trinidad.
Zúñiga con visitantes del vecindario en una reunión abierta para institutos religiosos que colaboran en el trabajo contra las pandillas callejeras en el barrio de la Parroquia de la Santísima Trinidad.

Fue a Misa a rezar sobre lo que acababa de suceder. El evangelio de ese día hablaba de Jesús caminando sobre el agua, invitando a Pedro a hacer lo mismo. Cuando Zúñiga escuchó las palabras de Jesús diciéndole a Pedro que viniese, dice, “Fue un fuerte golpe en mi corazón, casi como un infarto. De nuevo, estaba aterrorizado. Estaba desconectado del mundo. Cuando volví a la conciencia, a la realidad de la Misa, escuché las palabras del sacerdote: ‘Por qué dudasteis, hombres de poca fe?’” 

Al día siguiente, se puso en contacto con las Misiones de la Trinidad, y un año después finalmente ingresó a la comunidad, en paz sabiendo que era allí donde pertenecía. Aun así, al principio no fue una transición suave. “Al principio yo estaba muy ansioso. Estoy más acostumbrado a ser un cobarde que un tipo valiente,” dice.

Mientras estaba en formación como joven sacerdote, Zúñiga trabajaba en las misiones de la congregación en parroquias de New Jersey, Florida, y Costa Rica. También se desempeñó como ministro de formación de su comunidad durante dos años. 

Un segundo llamado

Después de muchos años de vida como misionero, experimentó otro llamado, una vocación dentro de una vocación. Durante unos pocos años, se había sentido atraído a trabajar con la gente joven de los márgenes de la sociedad. Estos jóvenes, generalmente de áreas pobres y a menudo de familias problemáticas, son quienes tienden a acabar en las pandillas. Zúñiga quería alcanzarlos con el mensaje del evangelio, extender una mano de esperanza, amistad, y una oportunidad para una vida mejor.

Empezó a desear profundamente sumergirse en el trabajo con miembros de las pandillas o con aquellos en riesgo de unirse a ellas. Gran parte de la fuerte atracción que sentía hacia este trabajo venía del hecho de que su propio hermano, Erick, había muerto en violencia de pandillas en Centroamérica en 2003. A lo largo del tiempo Zúñiga encontró insoportable la lucha interna que sentía entre vivir una vida cómoda en el ministerio en Costa Rica, mientras sabía que existía la extrema violencia en el triángulo del norte de Centroamérica.  El triángulo—que consiste de Guatemala, el norte de Honduras, y El Salvador—es una de las áreas más violentas, asoladas por el delito, de todo el mundo.

Para 2010, se le hizo claro que necesitaba seguir a Jesús a las ciudades de Centroamérica que estaban convulsionadas por la violencia. Eventualmente, el superior de su comunidad lo apoyó en esta misión, alentándolo a forjar un ministerio para la juventud en riesgo. La propia pérdida de su hermano une a Zúñiga con los miles de familias de Centroamérica que han sufrido tragedias similares en décadas recientes de guerras civiles y violencia criminal.

Conocer el territorio

En 2011, Zúñiga inició su ministerio pasando casi un año para aprender qué estaban haciendo otras comunidades para contener a las pandillas. Pasó un tiempo en áreas de Centroamérica que sufrían violencia de pandillas y se reunió con líderes que estaban haciendo trabajo social para encarar el problema. Al regresar a Tegucigalpa en 2012, se involucró en el ministerio de la juventud con la mira puesta en la prevención de pandillas. 

Actualmente, su trabajo diario con la gente joven asume varias formas. En un día cualquiera podría guiar un retiro, celebrar los sacramentos, visitar a los enfermos, o pasar el tiempo con grupos de gente joven. Podría tener reuniones para planear numerosas actividades patrocinadas por un centro comunitario que fue organizado para ayudar a prevenir las pandillas callejeras.

Zúñiga y miembros de la comunidad se unen para bendecir un nuevo gimnasio en el Centro de Alcance por Mi Barrio.
Zúñiga y miembros de la comunidad se unen para bendecir un nuevo gimnasio en el Centro de Alcance por Mi Barrio.

Zúñiga fue co-fundador del Centro de Alcance por Mi Barrio, una comunidad centrada en los jóvenes que patrocina actividades sociales y artísticas y talleres de capacitación para el trabajo. El centro está financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés.) 

En 2013, Zúñiga se involucró con un segundo programa para la juventud: un programa piloto anti-violencia llamado Juntos en los Corridos del Narcotráfico. El programa anti-violencia, financiado por la institución caritativa católica Cáritas, capacita a los jóvenes líderes para hacer frente a la violencia en sus comunidades.

IZúñiga no trabaja solo en estas múltiples actividades. “El Espíritu no está dando la gracia de estar juntos,” dice con respecto a las otras siete personas con quienes colabora. Son un diácono católico y su esposa; una misionera laica de Colombia, tres hermanas católicas, y un hermano franciscano. Todos los ocho están presentes en la misma área pobre de Tegucigalpa, y colaboran en proyectos parroquiales y de prevención de pandillas. 

Además, Zúñiga es pastor en la Parroquia de la Santísima Trinidad, una iglesia que se formó en el vecindario después que él comenzó con su ministerio de jóvenes en prevención de pandillas.

Contra viento y marea

Los proyectos y actividades han llevado a una reducción de la violencia en Tegucigalpa, pero Zúñiga sabe que aún está haciendo frente a fuerzas formidables, y se pregunta si realmente se pueden cambiar las cosas en cuanto a las pandillas. Algunos de los jóvenes que su programa incluye han estado, o todavía están, en pandillas violentas, pero muchos de ellos están encontrando una alternativa a la vida en las calles a través de programas de la iglesia, capacitación para el trabajo, y programas de asistencia social. Por ejemplo, un joven vino al Centro de Asistencia para matar a un miembro de una pandilla rival, pero los voluntarios lo convencieron para que no derramase sangre y eventualmente lo alentaron para involucrarse con el centro. Todavía tiene lazos con una pandilla, pero Zúñiga tiene esperanzas de ayudarlo a iniciar un pequeño negocio y dejar las calles.

“Creo que nuestra presencia es algo real y significativo. Somos la presencia sanadora de Cristo para muchos de estos chicos,” dice. 

Zúñiga no define una cantidad de historias de regreso, pero hace notar que cientos de niños han tenido experiencias positivas con el Centro de Asistencia y sus esfuerzos de anti-violencia para los jóvenes, y está feliz de compartir historias de creciente progreso sanador.

“Esta es una aventura de fe,” dice. Y como cualquier buena aventura, nadie puede estar seguro de cómo va a resultar, pero es una aventura por la que él está agradecido.

Carol Schuck Scheiber
Carol Schuck Scheiber es editora de contenidos de VISION Vocation Guide [VISION GUÍA VOCACIONAL] y editora de HORIZON, el periódico de la National Religious Vocation Conference [Conferencia Nacional de Vocaciones Religiosas].

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