Seis excusas convincentes para no ser monja—refutadas
En la conferencia inter generacional Giving Voice de 2011, la Hermana Jenn Graus, C.S.J. (derecha) habla con la Hermana Cheryl Rose, H.M. |
¿Yo, monja? Pero no hay nadie de mi edad . . . pero yo siempre quise ser ingeniero . . . pero me voy a sentir sola.” ¡Pero nada! Las hermanas de hoy son un grupo dinámico de mujeres educadas, creativas, orientadas hacia la comunidad, que son un soplo de aire fresco para la vida religiosa y para la iglesia y el mundo. Veamos algunas de las razones comunes que dan las mujeres jóvenes para desestimar la idea de llegar a ser una hermana o una monja—y por qué no se sostienen necesariamente.
1. “Pero la mayoría de las hermanas son viejas.”
¡Piensa nuevamente! Nos apoyamos sobre los hombros, no de hermanas “viejas”, sino de hermanas cuya sabiduría, fidelidad y experiencia son el estímulo para las nuevas formas a las que Dios nos está llamando a vivir y servir como mujeres religiosas. Si bien todas las congregaciones tienen hermanas ancianas—no es una gran sorpresa, dado que la población de los EE.UU. está envejeciendo—de hecho hay muchas hermanas jóvenes en todas las congregaciones del país y del mundo. Uno de los importantes regalos que ofrece la vida religiosa, y como modelo para el resto del mundo, es una comunidad inter generacional que valora la energía y las nuevas ideas de las jóvenes y venera la perspectiva y lucidez de las mayores.
2. “Pero no veo hermanas jóvenes.”
¡No te desanimes—realmente existen! Una de las razones por las que no ves muchas hermanas jóvenes es que estamos distribuidas en cientos de congregaciones. Gracias a internet, sin embargo, nos es posible comunicarnos mutuamente en redes y apoyarnos y darnos ánimo entre nosotras. Un ejemplo perfecto es giving-voice.org, una red de mujeres que ingresaron a la vida religiosa después del Concilio Vaticano Segundo (1962-1965). Son hermanas y monjas de 20, 30, y 50 años, de numerosas congregaciones y maneras de vivir la vida religiosa. Ofrecen conferencias, talleres, boletines, foros, y diversos medios para mantenerse conectadas.
Otro ejemplo es que nos vemos, hablamos, rezamos, ejercemos ministerio, y vivimos en roles diversos, no necesariamente las formas clásicas por las que se nos ha conocido en el pasado. Por ejemplo, estamos en misiones en muchas áreas diferentes de la iglesia y del mundo, no sólo en ministerios donde esperas ver monjas, como enseñando en escuelas o en la vida parroquial. Además, la mayoría de las que estamos en la vida religiosa apostólica no usamos hábitos que nos distinguen de otras mujeres seglares. Mira otra vez a tu derredor. ¡Te sorprendería lo que vas a encontrar!
3. “Pero me van a obligar a renunciar a mis chats por internet.”
¿Realmente? Lejos de abandonar los medios sociales y los sitios de redes, la Iglesia Católica alienta a las mujeres y hombres religiosos a promocionar el evangelio usando Facebook, Twitter, y cualquier otra cosa que pueda ofrecer el mundo digital. Es posible que no sea la forma en que estás acostumbrada a interactuar con la comunidad en línea, pero como todo lo demás en esta vida, mudarse a la vida religiosa reordena las cosas. Eso puede ser aterrador, sí, pero es también lo que nos libera para comprometernos completamente en nuestras vidas como hermanas y monjas.
Las hermanas de hoy en día se apoyan en blogging, tweeting, ingresar, actualizar su estado, y publicar en sus círculos para comunicarse con sus hermanas, compañeros de trabajo y gente querida, como también ejercer su ministerio eficientemente en una era digital. Mientras cada comunidad religiosa tiene sus propias políticas y prácticas en cuanto a los medios sociales, éstas son definitivamente parte de casi todas las comunidades religiosas, desde el claustro hasta el monasterio y hasta la misión.
4. “Pero ya traigo ciertas experiencias.”
Las mujeres jóvenes de hoy llegan a la vida religiosa con más años de experiencia que en el pasado. Muchas han estado en relaciones serias, han tenido carreras, visto cosas desagradables de la vida, y más. Si bien algunas de sus preocupaciones son las mismas que las de sus hermanas mayores en la vida religiosa, otras son nuevas o tienen más urgencia. ¿Qué sucede si no soy virgen? ¿Qué pasa si tengo un tatuaje? ¿Qué hago si no estoy orgullosa de algunas cosas que hay en mi vida? ¿Qué sucede si alguna vez cuestioné mi fe?
La Hermana Alison McCrary, C.S.J. durante una sesión de la conferencia Giving Voice (giving-voice.org) de 2011, una organización para hermanas menores de 50 años, realizada en Loyola University de Chicago. |
Esas preguntas no son fáciles, y cada comunidad puede responder a este tipo de cuestiones de manera diferente. Pero la conclusión es que las hermanas jóvenes de hoy son mujeres que se han enredado con las cosas duras de la vida y han salido a flote con algunos golpes y heridas. Nadie es perfecto y la imperfección humana no es razón para descartar la idea de la vida religiosa. Nunca sabes de qué manera va a usar Dios tus experiencias para que seas una fuente de consuelo o sanación para otro, o una nueva expresión del carisma perdurable de una congregación.
5. “Pero mi familia y amigos van a enloquecer.”
Tienes razón en eso, pero la buena noticia aquí es que puedes superar esas conversaciones difíciles (devastadoras, en realidad) y lidiar con las incomprensiones y las penas crecientes.
Tus amigos y familia te quieren y desean lo mejor para ti. Sus preguntas y comentarios, para no mencionar las presentaciones “casuales” de potenciales parejas, son formas en que la gente a veces trata de entender lo que significa tu vocación en tu vida y cómo va a afectar la relación que están habituados a tener contigo.
Recuerda que así como Dios te está haciendo avanzar gentilmente en tu exploración de la vida religiosa, Dios también está trabajando en las vidas de tu familia y amigos. Eso tal vez no allane las cosas, pero tampoco es el fin del mundo—o de tu vocación. Muchas familias y amigos se sienten más relajados con tu decisión una vez que llegan a conocer la comunidad en que estás discerniendo y tal vez cambien algunas de las ideas que pueden haber tenido sobre la vida religiosa.
6. “Pero me van a dejar sola para apagar las luces.”
La vida religiosa siempre ha sido y seguirá siendo un don del Espíritu Santo. ¡No operamos en el sistema eléctrico del mundo sino en la red de energía del Espíritu Santo! Entonces déjale ese asunto a Dios y—para citar el poema de Mary Oliver “The Summer Day” (El Día de Verano)—concéntrate en cambio en cómo vas a usar esta única vida “silvestre y preciosa” que te ha sido dada para ser una fuente de vida y esperanza en el mundo.
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